LA VIRGEN DEL ROSARIO DE YAUCA
A
comienzos del siglo XVIII, en la inmensa y desolada pampa de Yauca, que
se extiende al sureste de la ciudad de Ica, fue encontrada escondida
entre matorrales por los lugareños una pequeña escultura de Nuestra
Señora del Rosario, con el Niño Jesús y un rosario nacarado en sus
manos. Se presume que la imagen, de aproximadamente 60 cms. de altura,
fue abandonada por arrieros que al bajar de la serranía ayacuchana se
perdieron en medio del desierto iqueño.
Según
los testigos presenciales, que suscribieron un acta con los hechos que
hemos narrado, el acontecimiento ocurrió el 3 de octubre de 1701.
Gracias al documento sus nombres no quedaron en el olvido; fueron ellos
Nicolás Ortega, Diego Gutiérrez y Francisco Córdova.
Pensaron
entonces en trasladarla a Ica, pero al intentar levantarla no lo
consiguieron. Interpretaron el hecho como un deseo de la Madre de Dios
de permanecer en aquellos descampados. Con la ayuda de Calixto Muñoz le
edificaron una sencilla capilla en las inmediaciones; y fue sólo después
de una plegaria suya que la imagen se dejó conducir suavemente a su
nueva morada, ante el asombro de toda la concurrencia. La noticia corrió
por valles y montañas, y desde entonces la Virgen de Yauca es venerada
por sus hijos iqueños, que la hicieron su Patrona, y especialmente en el
mes de octubre le tributan filial y cálida devoción.
Una advocación mariana tres veces secular
A
lo largo de tres siglos la Reina y Señora de Ica ha obrado maravillosas
curaciones, tanto en el cuerpo como sobre todo en el alma de aquellos
que con fe viva a Ella acuden. Gran propagador de su devoción fue el
Siervo de Dios Fray José Ramón Rojas de Jesús María (1775-1839), más
conocido como el Padre Guatemala, quien desde 1835 hasta su muerte fue asiduo peregrino a Yauca, cubriendo la distancia a pie dos o tres veces por semana.
El
imponente Santuario que hoy cobija a Nuestra Señora de Yauca se debe al
esfuerzo y piedad de Mons. Francisco Rubén Berroa y Bernedo, primer
obispo de Ica, y al entusiasmo y la generosidad de miles de devotos que
contribuyeron con las limosnas necesarias para su edificación. Iniciados
los trabajos en diciembre de 1947, se terminó de construir en febrero
de 1951. En su interior se guarda también una réplica de la imagen
conocida como la peoncita, pues es la encargada de recoger las ofrendas de los fieles.
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La
Virgen del Rosario de Yauca fue coronada canónicamente en agosto de
1988 durante el Primer Congreso Eucarístico Mariano, recibiendo la
Corona de Oro de manos del Cardenal Legado, Mons. Juan Landázuri
Ricketts.
Una semana antes de su fiesta, que se celebra el primer domingo de octubre, tiene lugar el tradicional barrido.
Esta costumbre, que viene de antaño, surgió de la necesidad de mantener
limpio el templo y sus alrededores para las celebraciones, y es
realizado por voluntarios que retribuyen de esa manera a la Virgen del
Rosario los favores recibidos. A modo penitencial, aún hoy en día,
muchos peregrinos recorren a pie, generalmente en grupos, los 30 Km. que
separan a la ciudad de Ica del Santuario. Los más piadosos recitando
los misterios del Santo Rosario, así como diversas letanías y entonando
cánticos marianos.
Orfandad espiritual
Sin
embargo, la inmensa orfandad espiritual en que viven muchos católicos
ha sido causa también de lamentables desvíos en la devoción: no faltan
los que se embriagan y quienes pretenden transformar esta manifestación
de fe en una ocasión más para hacer negocios. Una verdadera muchedumbre
llega todos los años a Yauca sin saber explicitar bien los motivos que
la inspiran, y el clero desperdicia una ocasión extraordinaria para
hacer volver al redil a tanta oveja descarriada o desorientada.
No
obstante, causa admiración que a pesar de la desidia del tiempo, la
ingratitud de las autoridades, la persecución de las sectas, el
relajamiento de las costumbres y la devastación del progresismo, esta
devoción no haya sido sepultada por la arena del olvido. Todo lo
contrario: cada año cobra mayor importancia. Es sin lugar a dudas la
Santísima Virgen que, desde su trono de Yauca, derrama sus espléndidas
gracias y prepara a sus hijos para el advenimiento de los
acontecimientos previstos por Ella en Fátima.
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